jueves, 21 de octubre de 2010

El crucero

Sobre el “Creuer dels Borja” se ha dicho mucho estos días y más que se seguirá diciendo en los próximos. Para empezar, lo dicho dicho está, y pocas cosas podrán cambiar nuestra opinión e información de la pasada semana a menos que se demuestre lo contrario y de eso, por ahora, no ha habido nada: ni las “largas cambiadas” para explicar el fracaso, ni las excusas con que se intenta disfrazar una idea que nació mal, se desarrolló mal y acabó como todos sabemos.
Que ahora se pretenda disimular todo bajo el manto de “lo bien que se lo pasó la gente en el crucero”, es cuando menos, sonrojante: qué menos que alguien que ha contratado un crucero todo incluido se lo pase bien a bordo; pero para eso no hacía falta buscarle el disfraz de un viaje temático de los Borja y promocional de Gandia. Bastaba con contratar un barco por parte del ayuntamiento y ya está. Seguramente nos habríamos ahorrado todas estas historias.
Porque el objetivo principal del viaje no sólo no se ha conseguido sino que ha quedado reducido a la categoría de anécdota toda vez que la participación de los viajeros en los actos programados ha sido más que escasa, por no hablar de la “trascendencia” lograda en Italia con la marca Gandia como ciudad borgiana, equivalente a cero.
Esto sin recordar que la última escala en Barcelona fue muy del tipo: sólo la comitiva oficial (y no toda) asistió a mirar una exposición sobre los Borja... inaugurada hace semanas.
Tal vez ésta sea la razón por la que la difusión del número de “Gente” a través de Internet en la expedición fuera todo un impacto, lo que algunos aprovecharon para afirmar cosas que esta revista no había dicho, porque en definitiva sólo pretendían desviar la atención de la crítica principal.
Sea como fuere, en este número se muestra un amplio resumen de lo acontecido, entre la crónica rosa y la información más seria, que de todo ha habido en el “Grand Holiday”, además de la gente a la que no se cumplió con las excursiones prometidas, “audiencia con el Papa” incluida (en algún caso les devolvieron el dinero por parte de la naviera). Otros muchos disfrutaron de la compañía de más de 1.000 gandienses, se divirtieron con ello y disfrutaron de seis días (menos los del temporal no achacable a nadie) de “vacaciones en el mar”.
Si se hubiese dicho que se trataba de esto último, tal vez no hubiera hecho falta ninguna iniciativa municipal que lo cubriera y, mucho más importante, para algunos de los que fueron en calidad de organizadores, comitiva oficial o invitados, ninguna crítica.

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