martes, 25 de noviembre de 2008

El tren que no llega

Desde 1989, fecha de las primeras movilizaciones sociales para exigir la construcción de la vía y puesta en funcionamiento del tren Gandia - Oliva- Dénia, han pasado casi 20 años y, lo que es peor, numerosos Consellers, Directores Generales, Diputados, Senadores y un largo etcétera de políticos varios prometiendo las obras “para el año próximo” o así.
El primero fue un tal Martín Quirós, a la sazón jefe del Grupo Popular de las Cortes Valencianas, diciendo aquello de “más pronto de lo que pensáis estará en funcionamiento”. Después vendrían las largas excusas de todos colores desde el Gobierno de España y de la propia Generalitat.
Hubo un momento, en la legislatura anterior, en que hasta parecía verdad, cuando algunos alcaldes de la comarca pudieron apreciar en el despacho del Director de Transportes de la Generalitat Valenciana, la primera parte de un anteproyecto que levantó inclusive polémica en algunos pueblos por la proximidad de las vías a los cascos urbanos y el estrangulamiento que iban a producir en algunos de esos pueblos, como Bellreguard, Alquería, Palmera, etc.
Desde entonces hasta ahora, el partido se ha jugado en otro nivel: en un supuesto documento de acuerdo entre el Estado y el gobierno autonómico donde cada parte asumía el coste de realización de las infraestructuras ferroviarias de la Comunidad Valenciana. Ese documento, no firmado al día de hoy, establecía que el tren Gandia/Dénia era responsabilidad de la Generalitat Valenciana, mientras que otros ramales eran asumidos por el Estado.
Así las cosas, ahora el Conseller García Antón se escuda en que la “falta de diálogo” del Ministerio de Fomento, impide la firma del protocolo, sobre todo porque no se cede a la Generalitat la totalidad de las líneas de cercanías. O sea, una excusa como cualquier otra para no cumplir con su parte, porque convengamos que la cesión de las principales líneas de RENFE (entre ellas las más rentables, como la C1, Gandia - Valencia) es un hueso duro de roer que hasta ahora han reclamado para sí con suerte escasa, autonomías tan potentes como Cataluña o Madrid.
Sea como fuere, la excusa del PP que gobierna la Comunidad Valenciana es motivo ahora de una ofensiva de cuento contra “la insensibilidad valencianista” del gobierno central, se ha escudado tras esa justificación más o menos supuesta cuando lo que hay es la burda mentira de que no existe el más mínimo interés por la conexión ferroviaria entre la Safor y la Marina Alta.
O, si lo tienen, lo que falta es el dinero, puestos como estamos a gastar en F1 y Calatrava todo lo que haga falta a mayor gloria de los creyentes valencianos.

martes, 18 de noviembre de 2008

Vila Nova

Convengamos en que las tan traídas y llevadas obras o mejor dicho, su inicio, de la calle San Francisco de Borja se han convertido en una polémica, cuyo único interés reside ahora mismo en cómo se dicen algunas cosas. Porque, básicamente, lo que ha fallado desde el gobierno municipal es la comunicación con los colectivos implicados o, en todo caso, la interpretación que unos y otros han hecho de sus respectivas posturas.

Y ya se sabe, allí donde no existe una correcta lectura del mensaje, no hay posibilidad de entendimiento. No está claro esta vez que a la luz de lo publicado y dicho, la postura haya sido siempre la misma y las contradicciones, por error o por omisión, han provocado una tormenta en un vaso de agua.

Otra cosa es que la situación, en algún momento kafkiana, haya desembocado en una comparecencia del gobierno municipal para fijar el asunto en unos términos que se suponen irrevocables, y de paso, arremeter contra “los palos en las ruedas” que ponen otros (léase PP) al proyecto, y deslizar inclusive alguna crítica contra el Presidente de la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico.

En cuanto a lo primero, es verdad que resulta incomprensible la postura del líder del PP, Arturo Torró, que mientras pide que las obras no se hagan “por la crisis existente”, a la vez solicita una comisión especial para “estudiar las obras y resolver sobre su fecha de inicio”, mientras en otras declaraciones asegura que “el mejor momento era hace tres años”.

En cuanto a lo segundo, parece que el comunicado del Centro Histórico estuvo basado en unas declaraciones del responsable de Urbanismo donde se confundían las fechas de inicio de obras, aunque en todo caso vuelve a surgir el tema de la incomunicación entre las partes: habría bastado una simple llamada telefónica para certificar los dichos y alejar los fantasmas que parecen imperar en todo el trámite.

Sea como fuere, lo importante ahora es que, tomada la decisión de iniciar los trabajos al menos en dos sectores de la calle en febrero próximo, todo esté acabado en la fecha prevista, para navidades de 2009, facilitando así la campaña de ventas de fin de año.

Y sobre todo, que se acabe una polémica estéril cuyo principal objeto a estas alturas no es otro, por evidente, que recrear el raro ambiente político que parece imperar en la ciudad.
Un ambiente del cual unos son responsables por omisión y otros por simple especulación política.

La suerte no ya de una obra, sino de una ciudad no puede estar pendiente de estrategias de la destrucción y además, que por parte del Gobierno, se cometa el error de darles pábulo con su acción. Y eso que aún faltan dos años y medio para las próximas elecciones.