miércoles, 19 de mayo de 2010

Un canto polémico

La escenificación del “Cant del Duc”, obra compuesta y dirigida por Carles Santos, ha generado no pocos desencuentros esta semana entre la clase política de la ciudad. Pero, más allá de las consideraciones artísticas del contenido y la forma de la obra, habrá que extenderse sobre algunas de las cuestiones que han desatado un torbellino de críticas y algunas defensas, más bien reducidas y circunscriptas a la calidad, acerca del espectáculo.
Y es que, obviamente, un desarrollo como el planteado por Santos, a lo largo de varias calles de la ciudad, partiendo desde el Palau y acabando en el Prado, exigía varios factores que no se cumplieron ni de cerca: una, la información al público (8.000 personas según el Ayuntamiento) acerca del contenido de la obra que iban a presenciar, que brilló por su ausencia, tanto en lo previo como en el momento mismo de la realización. Se dispuso de sólo 2.000 libretos de mano cuya distribución, si se hizo, no fue la más adecuada. Otra, el sonido durante el recorrido del Duque mientras abandona Gandia, dejando todas sus pertenencias personales, camino de Roma en busca de la religiosidad, no fue precisamente un acierto. Tampoco el itinerario del cortejo, desconocido para muchos.
Si a esto se le agrega la vertiente artística, con todo el valor que pueda ponerse a la obra de Carles Santos, de carácter vanguardista y hasta provocador en algún caso, resulta del todo coherente plantearse si un espectáculo de este tipo puede ser concebido para el gran público, toda vez que los fallos de puesta en escena dificultaban, cuando no hacían sencillamente imposible, la comprensión de lo que se intentaba transmitir, ya de por sí un montaje complejo.
Aún así, debería tenerse en cuenta otro factor muy importante: el coste de la obra toda vez que se trata de un espectáculo único, aunque ahora se señala que es probable que pueda “adaptarse” para sitios cerrados. Los números cambian según quien los saque, pero en todo caso es importante tener en cuenta que un despliegue de esta magnitud tendría un coste elevado, y aún más si se consideran los tiempos que corren.
Ha sido un acto fallido y por tanto, un análisis sincero de lo acontecido para no caer nuevamente en el error, se hace necesario.
Hace ya tiempo, cuando se conoció la programación del 5º Centenario, se advertía desde estas mismas páginas respecto al riesgo que determinadas actividades pudieran acarrear: por caso, el concierto de campanas de Llorenç Barber, la obra de Jordi Savall, ésta de la que nos ocupamos ahora... y el crucero a Roma.
Y lamentamos, como en este caso, no habernos equivocado.

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