miércoles, 14 de julio de 2010

Convivencia

La puesta en marcha de la nueva ordenanza de convivencia en Gandia, modificando la existente, de 1949 y algunas enmiendas posteriores, supone la puesta al día de una disposición que pedía a gritos tal actualización, toda vez que los cambios de hábitos sociales -no siempre positivos- han introducido también toda una serie de conductas que provocan no pocos problemas.
Y es que la urbanidad exige una serie de nuevas reglas que pongan de manifiesto los límites de esas conductas irregulares que van desde la prostitución en espacios públicos, el consumo de alcohol en la vía pública, los “graffitis” , pegatinas, panfletos, mendicidad, hasta los ruidos, la venta ambulante sin autorización, los excrementos animales, pasando por el depósito de basuras fuera de los horarios convenidos...
Esta regulación contiene un dato de importancia: se adopta con el acuerdo de todos los grupos políticos (ya era hora) con la aquiescencia del Consell de Participació Ciutadana, es decir con la práctica unanimidad de todos los actores sociales, lo que hace que la norma nazca con un apoyo evidente, gran ventaja a la hora de aplicarla.
Hasta aquí las buenas noticias, y a partir de aquí, las dudas toda vez que tan ambicioso plan necesitará, ahora sí, del compromiso de todas las partes a la hora de su aplicación. No será sencillo ni sus efectos se notarán con rapidez: y es que básicamente, el Ayuntamiento no podrá poner un policía o un agente administrativo detrás de cada esquina para verificar el cumplimiento de la nueva legislación. De tal manera, será mucho más importante la concienciación ciudadana al respecto en la medida que todos deberemos convertirnos en actores de su aplicación.
Y tal vez éste sea el principal trabajo a desarrollar durante una buena época, hasta fijar en el imaginario ciudadano la necesidad no sólo de denunciar a quienes incumplan la ordenanza, sino de proceder con arreglo a unas normas de convivencia hasta ahora dispersas y sujetas al libre y particular entendimiento de la libertad individual como oponente al bienestar general.
En la medida que todos seamos capaces de hacernos cargo de que habrá sanciones por este tipo de conductas, tal vez estemos asegurando una mejor convivencia ciudadana. Pero no todo ha de ser sancionar, la educación será tal vez la mejor manera de prevenir y, en este sentido, queda mucho por hacer.
Bienvenida sea la nueva ordenanza, y bienvenido este nuevo estado de cosas, sabiendo de antemano que seremos los propios ciudadanos quienes decidamos hasta dónde seremos capaces de su cumplimiento. Valdrá la pena intentarlo.

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