Entre la disparidad de datos sobre el seguimiento de la huelga general de este miércoles, aflora el sentimiento de que nada ha cambiado. Es verdad, según las cifras ofrecidas por los sindicatos, la patronal y los gobiernos municipales de la comarca, el día de paro se resolvió con una incidencia superior en la industria, menor en los servicios públicos, como sanidad o educación, y apenas testimonialmente en el ámbito de los servicios y el comercio.
Lo más importante, con todo, es la ausencia comprobada de desórdenes o incidentes de relevancia en la comarca.
Como quiera que sea, habrá que interrogarse el día después el por qué de estos datos, casi calcados a lo ocurrido en las grandes concentraciones industriales y urbanas de toda España, y más que todo eso, acerca de qué puede esperarse a partir de ahora, cuando el gobierno ya ha dicho que no revisará las medidas adoptadas en torno a la reforma laboral y deja apenas una pequeña puerta abierta a la modificación de las pensiones en cuanto se refiere a la edad de jubilación.
Sea como fuere, lo bien cierto es que el impacto de la movilización sindical parece haber sido menor en tanto y en cuanto los factores que han incidido en su plasmación van desde el “temor de los trabajadores a perder su puesto de trabajo”, a la campaña despiadada contra los sindicatos promovida desde las usinas “informativas” de la derecha, pasando por la actitud del gobierno de Zapatero “respetuoso” con el derecho constitucional de huelga sin saber muy bien de qué lado estaba y los sindicatos a quienes se les reclama una actitud que debería haberse anticipado a los acontecimientos.
El día después, estamos como hace dos: con una tasa de paro escalofriante, con las pequeñas y medianas empresas sin acceso al crédito que les permita evolucionar, con una generación de jóvenes ( la más preparada de nuestra historia) sin acceso al mercado laboral y (lo más llamativo y doloroso) con los verdaderos culpables de la crisis (el poder financiero, eso que algunos llaman pomposamente “los mercados”) campando a sus anchas.
Sea como fuere es preciso, ahora más que nunca, que las fuerzas progresistas de este país, se sienten a dialogar. Partidos, sindicatos y organizaciones sociales diversas, deberían ser capaces de establecer unos mínimos de acuerdo sobre los temas aún pendientes, que no son pocos ni leves, toda vez que la derecha (a quien este gobierno se ha subordinado en cuanto a programa económico) se complace ante el panorama catastrófico que pinta cada día, eso sí, sin proponer ni una sola medida frente a la crisis, camino de ocupar el gobierno de manera inexorable en 2012.
Esto es lo que deja, poca cosa, la huelga general.
jueves, 30 de septiembre de 2010
La huelga
Publicado por José Arnau en 1:39
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